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marzo 18, 2020

Violencia en tiempos de pandemia


La crisis del coronavirus nos ha situado ante el espejo como sociedad. Son muchos los aspectos de nuestra manera de organizarnos que se están poniendo en cuestión. Estamos en parón y en estado shock colectivo. Nuestras rutinas diarias se han trastocado. No somos libres de salir a la calle cuando queramos. Es más, debemos permanecer en encierro domiciliario y transitar únicamente con motivo justificado. Muchas personas dejan de trabajar temporalmente o tele trabajan desde casa. Entre ellos ¿cuántos maltratadores habrá? ¿cuántas víctimas de violencia de género? Para ellas, la convivencia prolongada con su pareja aumenta preocupantemente el riesgo.

Los medios de comunicación únicamente hablan de un tema, la pandemia vírica. La última hora de la alerta sanitaria manda. Parece como si el resto de problemas hubieran quedado aparcados. Nada más lejos de la realidad. Ellas, las víctimas de violencia de género, continúan sufriendo. Y tienen que saber que continúa habiendo alguien al otro lado. Necesitan saber que, pese a que el mundo parece girar en torno a un virus desconocido al que hay que combatir, no se cierran los servicios a los que pueden acudir en busca de ayuda. Siguen disponibles servicios como el teléfono 016, donde se ha implantado el teletrabajo, las fuerzas de seguridad o los juzgados de violencia sobre la mujer. Estos últimos continúan realizando guardias y asegurando el dictado de órdenes de protección, así como cualquier medida cautelar en materia de violencia contra las mujeres y menores. Así lo establecen las nuevas directrices del Ministerio de Justicia para la prestación de servicios esenciales en juzgados y tribunales durante la vigencia del estado de alarma para la contención del COVID19.

Tardaremos más o tardaremos menos pero venceremos, unidos y unidas por supuesto, al coronavirus. Pero la violencia de género continuará, el virus del machismo letal seguirá atacando a nuestra sociedad a menos que unamos fuerzas como lo estamos haciendo contra esta terrible pandemia que nos amenaza y que se expande. Por eso decidimos hace ya más de dos años que estábamos ante una cuestión de Estado. Y, como tal, la abordamos desde los poderes públicos.

Hemos tardado muy poco en armarnos política y socialmente contra el coronavirus. Tenía que ser así para evitar que se propague descontroladamente. Una vez lo superemos, nos tendremos que sentar a reflexionar sobre los peligros que nos acechan en un mundo globalizado e interconectado, deberemos intentar que no se repita la pandemia.

Bastante más nos costó alcanzar consensos políticos sobre la amenaza real de la violencia de género, y no porque las cifras de su contagio y mortalidad fuesen precisamente insignificantes. Aunque el PP de Casado vaya ahora presumiendo de haber aprobado el Pacto de Estado en materia de Violencia de Género bajo la presidencia de Rajoy, es sobradamente conocido que sólo se sentó a negociarlo en 2017, cuando ya habían perdido la mayoría absoluta, nunca antes, a pesar de que el PSOE lo pedía, haciéndose eco de las demandas del movimiento feminista, desde 2014.

Son indudablemente días aciagos, estos que estamos viviendo. Días en los que nos replanteamos muchas cosas, tanto desde el punto de vista personal como social. Le damos vueltas a todo porque esta situación nos ha otorgado algo que escasea en nuestro mundo desenfrenado: tiempo libre de algunas obligaciones y menos prisas. Puede ser una ocasión de oro para replantearnos también si queremos seguir siendo una sociedad en la que no pase semana, a veces ni siquiera un día, sin que tengamos que lamentar un nuevo asesinato. Una sociedad en la que las violencias sexuales proliferan y en la que, al amparo de la ley no escrita que ensalza la mercantilización del cuerpo de las mujeres, bajo el pretexto del mito de la libre elección, se asume como lícitos entretenimientos, también durante el confinamiento, la pornografía y la prostitución.

Probablemente haya llegado la hora de que digamos que ya no más violencias machistas. Y que nos lo creamos de veras y lo pongamos en práctica. Evidentemente no es suficiente con asumir que tenemos un gran problema, tendremos que comprometernos individual y colectivamente, tal y como estamos haciendo con el COVID19.

En estos días de reclusión doméstica, el Estado de Derecho no se paraliza, no desaparece por arte de magia, a pesar de que a los individuos se nos recomiende desaparecer de las calles. Sigue atento a las necesidades de asistencia y protección de las mujeres y menores que sufren todo tipo de violencias machistas. Pero, cada una de las personas que estamos en casa confinadas para frenar la pandemia, tenemos que estar también atentas a nuestro entorno para denunciar estas situaciones. En el último informe anual del Observatorio contra la violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, hecho público esta semana, su presidenta. Ángeles Carmona, reclama “mayor implicación de familiares y entornos cercanos a la hora de denunciar y no consentir situaciones de malos tratos”. Esa implicación ayuda a ganar terreno, dice Carmona, para combatir la violencia de género y contribuye a que la víctima deje de sentirse sola y desamparada.

Nos lo debemos como sociedad pero, sobre todo, se lo debemos a ellas. Unidas y unidos venceremos al virus y también al machismo.

FUENTE: TRIBUNA FEMINISTA


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