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marzo 2, 2020

Mujeres hilan y tejen la reincorporación en el norte del Cauca


La historia de 30 mujeres excombatientes y habitantes del municipio de Caldono, que hilan, juntas, las diferentes fibras de su historia en una misma iniciativa productiva llamada “Hilando la Paz”.

— Antes de tejer toca hilar — Matilde explica el oficio con el cabello recogido hacia atrás y la sonrisa fácil. Detrás de ella, un mural retrata a combatientes de la antigua guerrilla de las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en las montañas del Cauca. Hilar es retorcer fibras naturales, juntarlas y formar con ellas una única hebra, un único hilo. Se puede hilar manualmente o con máquina, utilizando diferentes materiales: lana, algodón, fique.

En el Cauca, el fique — o cabuya — es parte de la tradición. Del proceso sale un solo hilo, listo para tejer bolsos, ruanas o lo que el artesano desee. El arte de hacer convivir las fibras se practica en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Carlos Perdomo, del municipio de Caldono, nororiente del Cauca. En él, treinta mujeres excombatientes y habitantes del municipio hilan, juntas, las diferentes fibras de su historia en una misma iniciativa productiva llamada “Hilando la Paz”.

Esta iniciativa nació en 2018 con apoyo internacional de las Naciones Unidas, para fortalecer la reincorporación productiva liderada por mujeres. El objetivo del proyecto es industrializar la práctica, generar una línea de comercialización y obtener el reconocimiento de la marca, para lograr una sostenibilidad económica en el futuro. En el ETCR, tienen a su disposición máquinas eléctricas hiladoras y telares manuales, pero aún falta recibir la capacitación para utilizarlas y acelerar la producción. La meta más cercana es tejer uniformes para los 350 reincorporados de la Cooperativa Multiactiva Ecomún Esperanza para el Pueblo, que gestiona los proyectos productivos de los excombatientes en Caldono.

Pie de foto: “Hilando la Paz” es la marca creada en el ETCR de Caldono por varias excombatientes para comercializar productos textiles y de artesanato

Matilde Chocué, de 44 años, es una de las integrantes que ha hilado “delgadito y parejito” para producir ruanas y bolsos que han sido vendidos a visitantes de México, Noruega y Japón. La producción aún no es sostenible y las ventas necesitan despegar, pero la iniciativa va más allá de las fibras. “Había la necesidad [de volver a los hilos]. Hemos perdido la identidad, el idioma y la cultura. Nos toca volver a ellos; además, los plásticos están acabando con el medio ambiente”.

“Hilando la Paz” es, para Matilde, una forma de trabajar respetando sus raíces indígenas nasa y organizarse con otras mujeres para buscar un ingreso sostenible. La excombatiente cuenta que decidió unirse a la insurgencia después de sufrir acoso y sentirse silenciada en su comunidad. “En las Farc sí valoraban el papel de la mujer, éramos mujeres respetadas”. Para ella, incluso, la vida civil es más “desordenada” y “diferente” que la vida que llevaba en el monte. “Es un cambio tremendo. Lo más difícil es dejar el arma a un lado. Con ella, sabes que estás protegida”, añade.

La sensación de protección generada por el fusil no es algo menor: en la guerra, la fuerza se vuelve un importante factor para no sentirse vulnerable. El tema también fue mencionado por otras mujeres excombatientes, entre ellas Floribel Guetio Cerón, de 33 años. Flor, como es conocida, estuvo en la antigua guerrilla de las Farc entre los 13 y los 22 años y se desmovilizó en 2007, cuando regresó a la casa de la familia, en una vereda de Caldono, sin participar de ningún programa estatal. “El fusil era la vida de uno. Perderlo era perder la propia vida también”, afirma.

Matilde y Flor son excombatientes con historias, deseos y voluntades diferentes, unidas por el hecho de ser mujeres y, por ello, enfrentar desafíos específicos en su vuelta a la vida civil. Según datos de la entonces Oficina del Alto Comisionado para la Paz (OACP) —actual Consejería Presidencial para la Paz—, las mujeres representaban el 26 % de los excombatientes acreditados en 2017, poco después de la entrega de las armas. Eso significa que, cerca de 3.250 de los poco más de 13.000 excombatientes de la lista entregada por la exguerrilla son mujeres. En el ETCR de Caldono, la proporción es más pequeña: un 18,8 % de mujeres, según censo realizado por la Universidad Nacional. Actualmente, Matilde es una entre las 38 mujeres vinculadas al ETCR, donde también viven 200 hombres, de acuerdo con la Agencia Nacional de Reincorporación (ARN).

Para la senadora y excombatiente Victoria Sandino, entre los mayores desafíos para las mujeres en proceso de reincorporación está “tener el espacio, las oportunidades y las posibilidades” para desarrollar su liderazgo en la vida civil.

Muchas no fueron grandes comandantes ni nada por el estilo. Cuando llegaron a la guerrilla eran mujeres de la comunidad que se fueron muy jóvenes por las condiciones de violencia y exclusión. Así que han tenido que aprender a arriesgarse. Muchas son madres, y el tema del cuidado con sus hijos no está garantizado, tienen dificultades. A las mujeres de las comunidades no les toca fácil, pero tienen su familia, su tierra, su vivienda. Las nuestras no tienen nada de eso”, afirmó la senadora en entrevista para La Paz en el Terreno en Sasaima, Cundinamarca, durante un evento con lideresas que se estaban organizando para actuar políticamente en las elecciones de 2018.

La construcción de la perspectiva de género para el Acuerdo de Paz se dio a partir de una subcomisión, creada en 2014, con cinco integrantes de la delegación del Gobierno y otras cinco de las Farc. También aportaron a la discusión 18 organizaciones de mujeres y LGBTI, además de diez exguerrilleras de siete países y expertas sobre violencia sexual. Entre las conclusiones de la mesa de negociaciones se reconoció que la participación activa de las mujeres genera una sociedad más democrática, que su presencia en pie de igualdad es esencial en la prevención y solución de los conflictos, y que ellas han sufrido graves consecuencias debido a las infracciones al derecho internacional.

En el Acuerdo, esas discusiones se plasmaron en el llamado enfoque transversal, dirigido a temáticas como el acceso a la propiedad rural en igualdad de condiciones con los hombres; la garantía de los derechos sociales, culturales y económicos, y la participación en espacios de tomas de decisión. Desde el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), también se ha creado una estrategia integral de reincorporación con enfoque de género, cuyo proceso alimentó la construcción de la perspectiva presente en el Acuerdo, e incluye temas como la formación, la participación política y el empoderamiento económico.

La implementación, sin embargo, no despegó rápidamente. Un informe divulgado por el Instituto Kroc en la mitad de 2018 mostraba que el 51 % de los compromisos con enfoque de género no se habían iniciado y solo el 4 % se habían implementado por completo. Entre los temas más sensibles identificados por el informe estaban la reincorporación de excombatientes, las garantías de seguridad, la participación y la solución al problema de cultivos de uso ilícito.

En el Cauca, de los siete proyectos productivos colectivos aprobados por el CNR, todos tienen participación de mujeres e incluyen el enfoque de género en su descripción, con términos como “empoderamiento”, “autonomía” y “lenguaje inclusivo”. Sin embargo, solo dos de esos proyectos son liderados por ellas: “Hilando la Paz” y una iniciativa de piscicultura en la vereda Tumburao, Silvia.

Isabel Ruano, miembro del componente Farc de la Comisión de Género, creada en el Cauca para acompañar la reincorporación, afirma que hay otros proyectos iniciados por excombatientes en el norte del departamento. En Caldono, están en proceso de implementación espacios para el cuidado de los hijos, y, en Miranda, hay una iniciativa implementada de producción de muñecas, y se está empezando una idea nueva para la confección de lencería.

“La mayor dificultad es la gestión. Mientras no podamos encontrar los recursos, no los podemos desarrollar. Con inversión, las mujeres podrían participar más, crear más iniciativas propias”, afirma Isabel.

Sobre los tipos de proyectos liderados por mujeres en el norte del Cauca, Isabel los atribuye a la particularidad intercultural de la región y la importancia de los tejidos para las indígenas nasa. “Las mujeres también participan de otros proyectos productivos, como los cultivos de limón, melón y café”, añade.

La Agencia de Reincorporación y Normalización (ARN) informa que ha realizado procesos formativos de su Grupo Territorial del Cauca sobre el enfoque de género y los derechos de las mujeres, además de ejercicios de sensibilización sobre violencia basada en género, la construcción de una ruta de prevención a ese tipo de violencias y una brigada de atención a la salud sexual y reproductiva en los ETCR, en alianza con Profamilia.

Entre los hilos cobijados por el enfoque de género del Acuerdo de Paz no están solamente las excombatientes, sino también las otras mujeres de las comunidades. Durante las conversaciones en La Habana, previas al Acuerdo, se reconoció la urgencia de considerarlas no solamente como víctimas, sino como ciudadanas con un rol activo. Y fue también entrelazando hilos para fabricar mochilas y zapatos que ese empoderamiento llegó a los municipios de Caldono y Caloto, también en el nororiente del Cauca.

Pie de foto: Mochilas tejidas por excombatientes y personas de la comunidad de Caldono, como parte de los proyectos productivos del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de esta zona.

“Tejiendo pienso mejor, voy tejiendo también las ideas y los pensamientos”, afirma Irma Pulcué, de 33 años, una de las facilitadoras del taller Tejiendo los Derechos Humanos, en Caldono. La iniciativa permite que las participantes, tanto pobladoras como excombatientes, reflexionen sobre sus derechos mientras conviven y aprenden el oficio. El proyecto tiene el apoyo de la organización Pax en Colombia.

“Hablamos de violencia familiar, de derechos, y sobre qué hay que hacer cuando pasa algo violento”, afirma Dora Alicia Villaquirán, de 46 años, indígena nasa de Tierradentro, Cauca, y facilitadora de Tejiendo los Derechos Humanos en Caloto. “Con nuestras manos se tejen unos zapatos, pero también se teje conocimiento, vivencia, relaciones y solidaridades”, agrega.

*Este reportaje se ha realizado con el apoyo de la Fundación Pax Colombia y es parte de especial multimedia “Espiral de guerra y paz en el Cauca”, sobre el panorama en el nororiente del departamento tras tres años de la firma del Acuerdo de Paz, publicado por La Paz en el Terreno, la plataforma de análisis de datos e investigación en la que participan Colombia 2020 y Rutas del Conflicto, Esta publicación es posible gracias al apoyo de la fundación alemana Friedrich-Ebert-Stiftung (FES) en Colombia.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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