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abril 24, 2025

La transfobia del dicho al hecho


La semana pasada, la Corte Suprema del Reino Unido emitió una sentencia que define que los términos “mujer” y “sexo” en el Equality Act (una ley que, en 2010, consolidó las leyes antidiscriminación por “edad, discapacidad, género, raza, religión, orientación sexual, matrimonio y unión civil, embarazo y maternidad”) debían entenderse como “biológicos”, es decir, que mujer se referirá solo a las mujeres cisgénero y que sexo solo se referirá a los genitales. El resultado es gracias a un litigio estratégico financiado por, ni más ni menos, que la millonaria escritora J. K. Rowling, quien ha dedicado sus últimos años a perseguir y discriminar a las personas trans. La escritora celebró esta victoria de la transfobia con un puro y un whisky, y con ella, feministas transexcluyentes de todo el mundo —incluido Latinoamérica—, celebraron también.

Celebraron las mismas feministas transexcluyentes que unos días antes se lamentaban por el asesinato y tortura de Sara Millerey González Borja, una mujer trans colombiana, víctima de un transfeminicidio lleno de sevicia. El crimen contra Sara Millerey fue tan atroz que hasta las terfas tuvieron que repudiarlo; eso sí, no perdieron la oportunidad de malgenerizarla. Las feministas transexcluyentes, que dedican buena parte de su vida a difundir ideas transfóbicas de forma intencionada, dicen que no ven la relación entre sus discursos de odio, lo que acaba de suceder en el Reino Unido, y los transfeminicidios, pero todas estas cosas tienen en su raíz la misma discriminación, solo que esta se expresa en el discurso, en la ley y en la violencia física. Lo que nos urge entender es que discriminación es discriminación.

La transfobia es un discurso peligroso porque el empeño en perseguir los derechos de las personas trans es una forma de fascismo, ¡por eso les encanta a los líderes autoritarios! En una columna para The Guardian (“Why is the idea of ‘gender’ provoking backlash the world over?”, 23 de octubre de 2021), la filósofa Judith Butler comenta que estos grupos nacionalistas quieren construir naciones basadas en “la supremacía blanca, la familia heteronormada y la resistencia a cualquier cuestionamiento crítico de las normas que claramente han restringido libertades y puesto en riesgo las vidas de tantas personas”. El terfismo, en su raíz, también tiene mucho que ver con el sentimento antinmigrante, como dice la feminista Sophie Lewis: “Lo que quieren [las feministas transexcluyentes] es reforzar los bordes, volver a la discriminación sexuada como parte del proyecto MAGA”.

Los comentarios transfóbicos en redes sociales y fuera de ellas, en las conversaciones informales e institucionalizados en forma de ley, hacen parte de un continuo de discurso de odio que deshumaniza a un grupo vulnerable, las personas trans, y al hacerlo normaliza y justifica la violencia. La fiscalización del género comienza por las personas trans, pero viene por todas, todos y, por supuesto, todes. Además de ser el comienzo de una deshumanización escalonada que ya incluye a otros grupos como les migrantes, refuerza y refrenda el poder de gobiernos fascistas y autoritarios; por eso la transfobia está de primera en la agenda de Milei, de Bukele y de Trump. No podemos seguir negando sus consecuencias.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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