Menú

Entérate

marzo 21, 2025

Todavía vale la pena nombrarnos feministas


La última conmemoración del día internacional de las mujeres trabajadoras, hace una semana, coincidió con una nueva alerta de la Organización de Naciones Unidas: los derechos de las mujeres están retrocediendo en uno de cada cuatro países. Ante nuevos escenarios políticos del ascenso de nuevos gobiernos de derechas, de crisis climáticas, de desigualdad y concentración del poder, y de desplazamientos y guerras, las diversas situaciones a las que se enfrentan las mujeres también se han visto expuestas a retrocesos.

Ante esto, para muchas mujeres surgen preguntas sobre la vigencia del feminismo. De hecho, fue tendencia en algunas redes sociales cómo muchas cuentas feministas aprovecharon el encuadre del 8M para decir que ya no eran feministas. Para ellas, el feminismo ya no responde a la realidad: es insuficiente, deja a muchas por fuera, e implica contradicciones. El paso a seguir es abandonarlo, y crear otro movimiento social que sí nos represente.

Aunque las dudas y las preguntas sobre los movimientos sociales son movilizadoras y les permiten ampliar sus horizontes y reivindicaciones, esto solo sucede si las preguntas creen en las ideas de fondo de los movimientos. Esto es, cuestionamientos que se construyen encima de la certeza de que los postulados y las herramientas del movimiento siguen siendo útiles. De otra forma, los cuestionamientos resultan en la idea, tan común de nuestro tiempo, de que nada funciona: ninguna teorización es lo suficientemente compleja para explicar la realidad y ninguna práctica política es transformadora realmente.

Sin embargo, hay una balsa en saber que sobre esa incertidumbre y esas preguntas sobre el feminismo también se adelantaron ya los feminismos, en plural. Las negras, las trabajadoras, las trans, las indígenas, las campesinas, las comunistas, las del sur global, y muchas otras mujeres en todo el mundo ya han hablado de cómo “el feminismo” no es suficiente porque no existe una experiencia femenina universal que resuma la opresión patriarcal.

Al contrario, feministas en muchos lugares del mundo han apostado por complejizar ese “feminismo” y reocuparlo con sus apuestas: transformarlo y hacerle nuevas preguntas. El resultado es que siguen aquí, nombrándose feministas, y habitando un movimiento político con ideas de fondo que sirven para pensarse mundos nuevos, libres, y justos, a sabiendas de que ningún movimiento social es, en sí mismo, completamente explicativo de la realidad humana.

Pensar que el feminismo es insuficiente o anacrónico solamente le es funcional a quienes generalizan las experiencias de las mujeres para explicar de qué va la libertad femenina; a quienes ven el mundo como una disputa binaria entre hombres y mujeres; y a quienes creen que las experiencias humanas se pueden jerarquizar y entender en dimensiones separadas, objetivas, aisladas.

Pensar en los feminismos, en sus alcances y sus horizontes, es otra cosa: es reconocer un entramado de sistemas que atraviesan la vida de las mujeres de diferentes formas; es identificar que nuestra libertad pasa también por liberarnos de la explotación capitalista, racista, colonial, y capacitista; y es renombrar nuestras realidades más allá de la experiencia hegemónica de lo que se supone que significa ser mujeres. Abandonar estos feminismos en nombre de la insuficiencia del feminismo en singular es también abandonar las herramientas teóricas y prácticas que nos han dejado las feministas para mirar la realidad de una forma compleja y multidimensional.

Si en algo tienen razón quienes cuestionan al feminismo es que las particularidades de las realidades de las mujeres se pierden de vista cuando hablamos de él como el movimiento definitivo. Sin embargo, quiero creer que hay un error político al pensar que abandonarlo es el camino.

Creer que nombrarnos feministas es abanderar solamente el feminismo liberal es también ceder un movimiento que ha sido construido por muchas manos, voces, y experiencias. Al contrario, estoy convencida de que hay que seguir nutriéndolo y llenándolo de preguntas, cargándolo en nuestras conversaciones cotidianas, e imponiéndolo en nuestras prácticas, porque solo así seguiremos habitando feminismos diversos, con encuentros y desencuentros.

Justamente ese es el punto de seguir nombrándonos feministas: ocupar un movimiento donde las mujeres que lo encarnamos somos diversas, venimos de lugares y experiencias diferentes, y somos sujetas políticas con apuestas situadas; y solo con esas miradas subjetivas del mundo podemos apostar por nuestros derechos. Pensar que existe solo un feminismo, que además debe ser abandonado porque no responde a todas, es aceptar sin matices que la experiencia de todas cabe en un solo lugar y que todas, por ser feministas o por ser mujeres, tenemos las mismas reivindicaciones. Al contrario, de eso van los feminismos y por eso deben seguir vigentes: no hay posturas totalizantes, movimientos definitivos, teorizaciones explicativas, pero sí hay herramientas de fondo que pueden seguir permitiendo desentramar las opresiones que atraviesan a las mujeres.

Entonces no es esa explicación definitiva la que debemos exigirle a los feminismos. Al contrario, son sus preguntas y herramientas las que nos deben permitir seguir ocupándolo para complejizarlo, ampliarlo, y moldearlo. No tienen que representarnos como individuas, sino que tienen que representar causas colectivas, y ahí está nuestra tarea: en situar nuestras experiencias en discusiones políticas y en encuentros y desencuentros con las otras. No son ellos quienes nos deben respuestas, sino somos nosotras quienes los transformamos.

A pesar del aire de derrota y preocupación que hoy por hoy se respira en muchos movimientos sociales ante la reconfiguración de poderes en el mundo, me alegra saber que en el caso de los feminismos las calles siguen llenas de mujeres, arengas, carteles y pintas que piden un mundo más justo y seguro. Ante las dudas sobre los movimientos políticos siempre quedan las personas organizadas alrededor de la certeza sobre sus derechos. Por eso, seguir en los feminismos es también seguir hablando de todo lo que aún está pendiente.

*Juliana Castellanos forma parte del equipo de Elementa DDHH

FUENTE: EL ESPECTADOR


Más Noticias