marzo 17, 2025
Las abuelas tenemos que cuidar aunque necesitamos ser cuidadas

“Un país de viejos: a México le quedan seis años antes de empezar a envejecer”, leí en el periódico hace unos meses. Juro que cuando lo vi, todo me dio vueltas, pero peor fue el dato duro: en 2030 habrá 59,3 millones de mexicanos y mexicanas dependientes. Me pregunto quién nos va a cuidar y cómo. En 2030, cumpliré 81 años y mi nieta mayor tendrá 25. Podría ser madre, yo tener una bisnieta o bisnieto y entonces, seré dependiente, pero a la vez cuidadora de ese bebé hipotético.
Luego me hice más preguntas. Pensando como suelo hacerlo — mente perdida en sueños e historias de amor— me estremezco y me digo: quién busca a cierta edad, no una pareja, como se hace hasta más allá de los 50, para hacer el amor, viajar o compartir mil y una aventuras. Entonces, veo a las mujeres “solas”, condenadas a vivir de recuerdos, y a ellos, viudos o “solos”, en busca de quién los apapache y cuide, es decir, una nueva esposa. Si tienen el tino de “enamorar”, hipotéticamente, a una chica de 60, es decir, 10 o 15 años más joven, habrán encontrado a una proveedora, a una cuidadora. ¿Pero, quién nos cuida a nosotras las cuidadoras?
Vuelvo al tema central. En las cifras, no se habla de las personas con discapacidad o con enfermedades mentales y neurológicas, típicas de la vejez, como el Alzheimer, la pérdida de memoria o con enfermedades crónico-degenerativas y pérdida de otras habilidades. ¿Quién nos cuidará si los sistemas de salud están reventados y escasea por todos lados el presupuesto? Muchas mujeres de mi generación hemos tomado el timón de nuestra vida. Algunas totalmente independientes y autónomas, con carrera profesional, con ahorro o pensión, como es mi caso. Y esas somos las mujeres que no nos hemos desprendido de eso que llaman nuestro papel fundamental y correcto, los cuidados gratis.
Esos cuidados que se hacen por amor, porque no queda otra, porque es lo que esperan de mí, por obligación, por libre elección y decisión… y ahí, en casa, con mis padres y criaturas, en el trabajo, en el espacio en el que milito, en el barrio, en el patio del colegio, en la cola de las tortillas o el supermercado. El destino de cuidar de otros y otras, hasta el fin de nuestra existencia, es como un calvario. Pecado no cumplir, congoja no poder, susto no estar en condiciones.
México fue protagonista en 2021 del Foro Generación Igualdad, donde se avanzó en una alianza global de cuidados. Como consecuencia, surgió una iniciativa en la Cámara de Diputados que elevó los cuidados a rango constitucional y se aprobó la creación de un Sistema Nacional de Cuidados. Sin embargo, después de aquello, poco ha sucedido. Quedó pendiente un decreto que le diera forma a la iniciativa. En teoría, este sistema atribuye al Gobierno la creación de un sistema que asuma la vida de todas esas personas dependientes para descargar, en teoría, a las mujeres de ese fardo histórico que las aprisiona y no las deja desarrollarse, todo entre comillas.
Cuatro años después, las ilusiones, como un espejo, se hicieron pedazos frente a nosotras. La presidenta de la República anunció que no, que por ahora no hay recursos para pensar en ese sistema. En las esferas internacionales se considera a los cuidados como un derecho de todas y todos desde el nacimiento hasta la muerte. Las mujeres de mi generación lo saben. Estas abuelas tampoco tendrán quiénes las cuiden. De acuerdo a la noticia de la que hablaba al principio, las adultas mayores tienen al final de su vida menos recursos y no tienen seguridad social ni servicios médicos.
Esto de la salud también lo viven los hombres mayores, ¿quién verá por ellos? Sabemos que las pensiones no contributivas para mayores de 65 años ayudan, pero esta población no tiene un acceso formal a los sistemas de Seguridad Social. Eso quiere decir que estamos a la intemperie al final de nuestra vida. Me he quedado con la boca seca leyendo todos estos datos. Incluso los que podrían ser positivos, como eso de que aumentó la esperanza de vida en todo el mundo. En 1950, vivíamos 46,5 años de media en el mundo; ahora 71,7. Sin embargo, se reconoce que no se ha hecho nada para esta vejez y tampoco se previno en la economía. Cada vez seremos más las personas dependientes que las que trabajen. Pendemos de un hilo. Y las mujeres, como siempre, peor.
FUENTE: EL PAIS