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febrero 12, 2025

Colombia desfinancia la ciencia y las mujeres quedan por fuera


Esta columna fue escrita por la columnista invitada Helen Alexa Rojas.

A lo largo de la historia, las mujeres han enfrentado múltiples obstáculos para ser reconocidas en la ciencia. Desde teorías como la freudiana, que las consideraban intelectualmente inferiores e incluso enemigas de la inteligencia y la cultura, hasta la sistemática invisibilización de sus aportes. El efecto Matilda, término acuñado por la historiadora Margaret Rossiter en honor a la activista Matilda Joslyn Gage, evidencia cómo los logros de las científicas han sido  ignorados, minimizados o atribuidos a sus colegas masculinos, impidiendo su merecido reconocimiento.

Aunque en el siglo XIX comenzaron a desmontarse estos mitos, la desigualdad persiste. Estas teorías pseudocientíficas no solo justificaron la exclusión de las mujeres de la ciencia, sino que también reforzaron su confinamiento a la vida doméstica, limitando su acceso a la educación y al desarrollo profesional. Hoy, a pesar de ciertos avances, la ciencia sigue siendo en gran parte del mundo, un territorio hostil para las mujeres, marcado por barreras estructurales, ausencia de políticas efectivas que garanticen su plena participación y reconocimiento en la producción de conocimiento.

El desarrollo económico y el progreso industrial de cualquier país dependen en gran medida de la innovación en los procesos productivos, impulsados por la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (Stem). Sin embargo, cuando surgen múltiples barreras que restringen la participación de las mujeres en estos campos, se desperdicia el potencial de la mitad de la población. Esta desigualdad se acentúa en los niveles más altos de la ciencia, donde más del 80% de los espacios siguen ocupados por hombres.

No hay plata para la ciencia

Colombia atraviesa la peor crisis de desfinanciamiento en ciencia de los últimos 15 años, con un presupuesto de apenas 400.000 millones de pesos, equivalente a menos del 0,3% del PIB, y con la amenaza de nuevos recortes en 2025. En contraste, los países de la Ocde destinan entre el 2,7% y el 6% de su PIB a la generación de conocimiento. Para ocultar esta grave situación, el Gobierno ha recurrido a los recursos del Sistema General de Regalías (SGR), que asigna el 10% de los ingresos corrientes a Ciencia, Tecnología e Innovación. Aunque en el bienio 2023-2024 estos fondos suman 3 billones de pesos, su inclusión en el ya minúsculo presupuesto nacional genera la falsa ilusión de una inversión suficiente.

Esta falta de inversión agrava las brechas de género en el sector. Con menos recursos y oportunidades. Aunque las mujeres representan el 59% de los estudiantes de pregrado en ciencias naturales, matemáticas y estadísticas en Colombia, su participación se reduce en los niveles de formación avanzada. Según el Dane, en el doctorado, solo el 47% de los estudiantes son mujeres, y en el ámbito de la investigación, su presencia disminuye aún más, representando apenas el 38% de los investigadores en el país. 

La científica colombiana Lucy Gabriela Delgado señala dos factores clave para explicar esta desigualdad: la falta de programas concretos y sostenibles a largo plazo para reducir las brechas de género en el sector científico, y la ausencia de un estado de bienestar que garantice condiciones adecuadas, como espacios donde las mujeres puedan dejar a sus hijos al cuidado mientras avanzan en su investigación o estudios de posgrado. 

En países como Colombia, donde el gasto social es insuficiente y las políticas públicas no garantizan una redistribución equitativa del trabajo de cuidado, la brecha de género en la ciencia se ensancha aún más. Ocho de cada diez niñas y adolescentes entre los 10 y 17 años realizan trabajo doméstico o de cuidado no remunerado, lo que reduce sus oportunidades educativas y limita su acceso a trayectorias académicas en áreas Stem.

La privatización de servicios básicos como el agua también profundiza estas desigualdades, las niñas menores de 15 años tienen más probabilidades que los niños de asumir la recolección de agua para sus hogares, desplazando su tiempo de estudio y ocio. A esto se suma la falta de acceso a productos de gestión menstrual, que obliga a muchas niñas a ausentarse de la escuela, afectando su rendimiento y continuidad educativa. 

Científicas ejemplares

A pesar de las barreras estructurales, a lo largo de la historia, muchas científicas desafiaron las normas impuestas y abrieron camino en sus respectivas disciplinas. Desde Maria Agnesi, cuyo tratado sobre cálculo diferencial le valió reconocimiento en el siglo XVIII, hasta Sophie Germain, pionera en la física matemática, o Caroline Herschel, quien realizó importantes contribuciones a la astronomía. 

También destacan Mary Somerville, cuyo trabajo ayudó a entender la conexión entre las ciencias, la brillante matemática Sofía Kovalevskaia y, por supuesto, Marie Curie y su hija Irène Joliot-Curie, quienes revolucionaron la física y la química con sus descubrimientos. Como señala Rita Levi-Montalcini en su libro Tiempo de cambios.

Hoy, mujeres científicas también se han dado la tarea de investigar enfermedades que afectan principalmente a las mujeres y desafían ideas arcaicas sobre su salud. Sin estos avances, aún se creería en la “histeria femenina” o se tendría un conocimiento limitado sobre el cáncer de seno, el cáncer de cuello uterino, endometriosis o la menopausia, por mencionar algunas. Sin embargo, Colombia sigue sin valorar la ciencia y expulsa a sus investigadoras por falta de oportunidades. Un claro ejemplo es Nubia Muñoz, pionera en la investigación del cáncer de cuello uterino y clave en el desarrollo de la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano, quien no encontró financiamiento en su propio país.

Cada 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha para reconocer el aporte fundamental de las científicas en Colombia y el mundo. Sin embargo, también es una oportunidad para reflexionar sobre las barreras que persisten, especialmente en países como Colombia, donde la inversión en ciencia es la más baja en 15 años, mientras aumenta el presupuesto al pago de la deuda externa, los tratados de libre comercio, con protección de las patentes, han limitado la capacidad de producción y acceso a tratamientos esenciales, exacerbando la dependencia de medicamentos importados y afectando la salud pública en el país, razón por la cual se explica el detrimento del sector farmacéutico en Colombia.

La falta de financiamiento no solo frena la investigación y la innovación, sino que también mantiene a Colombia atada a la exportación de materias primas y a la dependencia tecnológica de los países del norte global. Esta situación no solo restringe el crecimiento económico, sino que también obstaculiza el desarrollo social, político, intelectual y cultural del país. Al no invertir en ciencia, se limita nuestra capacidad de resolver problemas propios y se cierran las puertas a niñas y mujeres científicas que podrían contribuir a la transformación de la nación.

FUENTE: https://www.lasillavacia.com/


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