enero 29, 2019
Entrevista. “Ni el ‘Paisa’ ni nadie se ha salido del proceso de paz”: Iván Márquez
El exjefe negociador de las Farc, Luciano Marín, habla desde la clandestinidad sobre el futuro del proceso de paz, su compromiso con la JEP y si es posible que vuelva a rearmarse ante lo que llama “traición al Acuerdo de Paz”.
La gran incógnita es: ¿dónde está Luciano Marín Arango, Iván Márquez, el exjefe negociador de las Farc en La Habana (Cuba)? Se tendría que haber posesionado en el Congreso de la República el 20 de julio de 2018. No obstante, a finales de abril de ese año salió de Bogotá y se refugió en el Espacio Territorial y de Reincorporación de Miravalle (norte del Caquetá), argumentando que, al igual que a su excompañero de filas, Jesús Santrich, lo iban a capturar para extraditarlo a los Estados Unidos. La razón: la acusación que aún tiene tras las rejas a Santrich: una supuesta conspiración para enviar cocaína al país del norte.
Hace seis meses, días antes de la posesión de sus compañeros de la exguerrilla ahora congresistas, Márquez desapareció de Miravalle tras denunciar que fuerzas especiales del Batallón de Contraguerrilla 22 Diosa del Chaira “nos estaban avanzando (a él y al Paisa) al quiosco para capturarnos”, recuerda en esta entrevista, concedida a El Espectador, a través de dos cuestionarios escritos de preguntas y contrapreguntas. (La entrevista fue realizada antes del atentado con carro bomba del Eln contra la Escuela de Cadetes de la Policía, por lo que no se le pudo preguntar sobre este hecho).
Desde la clandestinidad ha enviado cartas a la comunidad internacional, a la Jurisdicción Especial para la Paz, a la Comisión de Paz del Congreso. Por su cuenta en Twitter ha enviado mensajes reiterativos sobre lo que llama “el montaje contra Santrich y la traición al Acuerdo de Paz”. Su última aparición la hizo el pasado 12 de enero, a través de un video en el que arremetió contra los que calificó “enemigos de la paz”. Para algunos, el mensaje deja dudas sobre su continuidad en el proceso de paz. De este tema, la dejación de las armas y el futuro de otros excomandantes guerrilleros hoy ausentes de los espacios de reincorporación, hablamos con Márquez. Sobre todo porque la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) lo citó personalmente para el próximo 14 de marzo con el fin de que entregue su versión voluntaria en el caso 001, que indaga sobre secuestros, asesinatos y desapariciones forzadas durante el conflicto.
¿Qué decirles a quienes preguntan dónde está el exjefe negociador de las Farc?
Estoy construyendo el relato de mis percepciones sobre el proceso de paz, recogiendo el sentir de la base guerrillera y de varios mandos. Nunca Colombia había estado tan cerca del fin de la rebelión armada o su apaciguamiento a través de una negociación. Pero, desgraciadamente, una intolerancia desadaptada frente a los cambios positivos y, sobre todo, el analfabetismo de algunos soberbios que aún no logran entender la paz como derecho síntesis, tienen al borde del fracaso el esfuerzo extraordinario de La Habana.
¿Y cómo siente a los excombatientes en los espacios territoriales?
Al conocer la cifra de los exguerrilleros y líderes sociales asesinados, ellos no dejan de pensar que pueden ser los próximos.
¿Cuál es su situación actual frente a la JEP, teniendo en cuenta que el Gobierno pidió abrirle a usted un incidente de incumplimiento?
A la JEP la presionan no solamente el presidente Duque, los elementos más recalcitrantes de su facción política, la Fiscalía que allana su sede y rapta sus papeles de trabajo, sino también la Embajada de los Estados Unidos. Al consejero del posconflicto (Emilio) Archila le recomiendo con respeto ponerles freno a sus deducciones subjetivas en torno al cumplimiento de los acuerdos para que pueda aterrizar en la realidad del proceso de paz de Colombia. El problema es que siguen pensando equivocadamente que la JEP no es para todos los involucrados en el conflicto sino para una sola de las partes y el presidente se da el lujo de decir que les cumplirá a las bases, pero que con los comandantes la cosa será distinta. Eso genera desconfianza porque encierra una gran inseguridad jurídica.
La JEP lo citó personalmente (para el 14 de marzo), con el fin de que entregue versión voluntaria sobre casos de secuestro. ¿Usted se va a presentar?
Hay mecanismos establecidos para ello. Para qué forzar una realidad distinta a lo acordado. Hay que entender que conducir al banquillo a una sola de las partes —por el prurito de la venganza— cuando son dos las involucradas, no es más importante que el hecho mismo de la paz. Ese es el gran triunfo de Colombia, el que tenemos que defender todos. Tenemos que dejar atrás las ocurrencias de un sector recalcitrante que actúa como si no fuera el principal responsable del conflicto. Que no se hagan los locos.
Pero ¿usted sigue comprometido con aportar verdad y justicia en la JEP?
Todos los involucrados en el conflicto deben aportar verdad a través de los mecanismos convenidos y no de los ideados por el capricho unilateral de un alto dignatario que cree que los acuerdos pueden ser modificados a su parecer. La verdad se aporta de manera colectiva, a través de abogados o de un escrito. Y esto es válido para la cúpula política que emitió órdenes, para los terceros involucrados o agentes civiles del Estado, los partidos, los ganaderos, los empresarios que han financiado al paramilitarismo… Comparemos el texto original del Acuerdo y constataremos que lo que hoy quieren hacer valer es un Frankenstein parcializado que se resiste a olvidar el derecho penal del enemigo.
¿Por qué en su más reciente aparición, a través de un video, afirmó que fue un error haber pactado la dejación de armas sin antes negociar la reincorporación política y económica de los excombatientes de las Farc? Esto fue entendido como si estuviera arrepentido de haber dejado las armas.
Fue un error porque la experiencia de una organización como las Farc no previó que con ese paso desesperado estábamos sembrando el germen de la perfidia del Estado, que es el incumplimiento del Acuerdo en sus aspectos esenciales. Entonces es comprensible que algunos desde el establecimiento piensen que, ya desarmada la guerrilla, ninguna voz desarmada puede exigirles cumplimiento. Sin darnos golpes de pecho estamos asumiendo la autocrítica, pero buscando cómo recomponer el juego de ajedrez volcado por los pérfidos y los tramposos.
¿Por qué firmó el Acuerdo Final como jefe negociador si no estuvo de acuerdo con lo que se pactó, como la dejación de las armas?
Lo expresé claramente en la carta dirigida a la conferencia de Berlín. Tuvimos otra falla que fue desmembrar la negociación del cese del fuego y la dejación de armas de la mesa central que ya había sacado adelante los puntos 1, 2, 3 y 4 de la agenda. Y ahí fue Troya. Y agréguele la subordinación a la jerarquía… Pero por ahí hay constancias escritas de las discusiones.
¿Y qué dicen esas constancias?
Comenzamos hablando en la mesa de la colocación de las armas lejos de su uso, como en Irlanda, de su retiro de la política. Eso se fue transfigurando poco a poco en entrega de armas a cambio de nada. Antes del evento de Mesetas (Meta) propuse la dejación gradual: un 30 % al cumplimiento de garantías de seguridad jurídica, otro 30 % asegurada la seguridad física de los combatientes y de los líderes sociales en los territorios, y el restante 40 % con la garantía de la reincorporación política, económica y social. Pero un afán loco no permitió ni siquiera eso. Caímos en la celada de creer en la buena fe.
¿Es probable que su inconformidad por los incumplimientos lo lleve a unirse a las disidencias?
No sé cuándo van a parar esa manía de encasillar a la gente sin activar las neuronas. La palabra disidente ha sido demonizada y amenazan con hacerla caer con todos sus fuegos sobre las voces críticas. Aquí estamos es para pelear por la concordia y por una alternativa política que construya el futuro de Colombia sobre la base de la paz con justicia social, democracia verdadera y soberanía.
Algunos dicen que su declaración en el último video es un llamado a retomar las armas.
Es un llamado a retomar el proceso de paz, a que se respeten los Acuerdos de La Habana. Es que el Estado nos puso conejo, nos trampeó.
El alto consejero para el Posconflicto, Emilio Archila, dijo que hay 13.031 excombatientes siguiendo su proceso de reincorporación. ¿Eso no es evidencia de que el proceso, aunque lento, avanza?
La gran mayoría de esos guerrilleros que menciona el doctor Archila, así reciban un estipendio, se sienten hoy en día abandonados a su suerte en esos espacios territoriales. Ya están cansados de tanta promesa. El Gobierno tiene poco que ver en los proyectos exitosos que pueden mostrar algunos ETCR, pues estos han sido activados por la gestión de sus excomandantes con países aportantes. Aunque sienten la inseguridad jurídica asperjada por ese montaje judicial que mantiene a Jesús Santrich, negociador de paz de la guerrilla, injustamente tras las rejas.
Sobre este caso, ¿cree que su sobrino, Marlon Marín, involucrado en la supuesta conspiración para enviar cocaína a Estados Unidos, es un agente infiltrado de la DEA?
Le sugiero trasladarle esa pregunta a él. No puedo especular con ese tema. Hay mucha gente ambiciosa que por dinero hace lo que sea. El montaje contra Santrich es tan burdo que el agente de la DEA Bryan Witek, al percatarse de que los informes de Marlon Marín carecían de contundencia, vino a Colombia a pedirles a los otros detenidos en el montaje que involucraran a Santrich. Esos procedimientos hieden.
Tras el incidente de incumplimiento que avanza en la JEP contra Hernán Darío Velásquez, el “Paisa”, ¿cree que éste no regresará al proceso de paz?
Ni el Paisa ni nadie ha manifestado que se sale del proceso de paz. Me consta que ha trabajado con todas sus fuerzas por ella, pero quiere la paz, como todos nosotros, sin trampas y sin perfidia. Otra cosa es que lo saquen a uno, y esa decisión con sus consecuencias le corresponde asumirla a quien la tome.
¿Qué pasa si la JEP le quita los beneficios al “Paisa”, tras decidir sobre el incidente de incumplimiento?
Hoy la JEP es una institución presionada y asediada por la actual administración, el partido de gobierno, el fiscal Néstor Humberto Martínez y el embajador de los Estados Unidos, Kevin Whitaker. Este último, por ejemplo, pisoteando la soberanía jurídica de Colombia, no cesa su cantinela insistente de preguntar cuándo se va a extraditar al primer guerrillero luego del Acuerdo de Paz. En la emisora la W, la vicepresidenta de Colombia, Marta Lucía Ramírez, dijo que si la JEP no extradita a Santrich, “al presidente Duque no le temblará la mano para controvertir a la justicia”. ¡Qué perla! ¿Le retorcerán entonces el cuello a la JEP? Dejen que la jurisdicción especial resuelva en derecho y en su autonomía todo lo que tenga que resolver a favor de la paz.
A propósito, ¿cómo fue su salida del Espacio Territorial de Miravalle (Caquetá) y por qué tomó esa decisión?
Sobre cómo salimos con el “Paisa” de Miravalle y cómo tomamos esa decisión, tenemos tema como para escribir un libro. Nos dimos cuenta que Fuerzas Especiales del Batallón de Contraguerrilla 22 “Diosa del Chaira” nos estaban avanzado al quiosco donde nos encontrábamos. A las 9 de la noche (de julio de 2018) emprendimos envueltos en la oscuridad la retirada cordillera arriba. Después nos enteramos que el comando del Ejército había desplegado en Guacamayas y el río Pescado (norte del Caquetá) una cortina de cierre compuesta por 600 soldados profesionales. La verdad es que desde hacía días habiamos descubierto comandos de Fuerzas Especiales moviéndose de noche en las áreas donde dormíamos. Ya sabíamos que el bimotor de inteligencia que nos sobrevolaba todos los días era un avión de inteligencia de los Estados Unidos que en su rutina aparcaba en el aeropuerto Benito Salas de Neiva en misión Top Secret. Siempre nos tenían los drones encima, vigilando. Cerca a Chorreras, en la vía San Vicente-Neiva, comandos encapuchados pararon, fusil en mano, una camioneta parecida a la del “Paisa” creyendo que en ella se movilizaban los dos objetivos de alto valor… Bueno, déjemos por ahí esta historia.
¿Cuáles son las garantías que exige “Iván Márquez” para regresar a la vida pública y ocupar su curul en el Senado?
Mi repliegue de la vida pública fue marcado por la detención de Santrich, surgida del concierto para mentir del embajador de los Estados Unidos y el fiscal general a través de un montaje judicial, y por la forma descarada como hicieron trizas el Acuerdo de Paz en el Congreso, con el visto de las otras instituciones. Unos tipos que nunca fueron plenipotenciarios en la mesa rediseñaron el Acuerdo como les vino en gana. ¿Dónde se ha visto que un acuerdo de paz, luego de firmado por las partes, pueda cambiarse así porque sí? Creo que puedo luchar por mi país y la gente del común y por los que viven en las catacumbas de la exclusión desde el espacio que me sea posible.
¿Y por qué no ocupar la curul para luchar por sus ideas?
La curul, así sea importante, es lo de menos. Yo no he luchado 38 años en la guerrilla solo por una representación en el Congreso. Ya en el 86 fui representante a la Cámara por la Unión Patriótica surgida del acuerdo de paz de la Uribe (Meta) y, como recordará, ese partido fue barrido a plomo. Los sucesos de Miravalle buscaban eliminarnos físicamente o al menos capturarnos y extraditarnos. La carta que dirigimos a la JEP daba cuenta de nuestro trabajo y compromiso. Me gustaría con mis compañeros convocar conciencias, codo a codo con los liderazgos sociales y políticos del país, para activar la esperanza de la paz. La Corte determinó que en los próximos tres gobiernos no se podía modificar lo acordado. Esto se convirtió en letra muerta, como lo sabe todo el país
¿Tiene que ver algo su separación del proceso de paz con la presión que ejercen Colombia y Estados Unidos sobre el gobierno de Nicolás Maduro para que abandone Miraflores?
En absoluto. Pero no estoy de acuerdo con esa política equivocada. Colombia tiene que rescatar el decoro y no actuar como peón ciego de poderosos intereses geoestratégicos.
¿Tiene algún tipo de interlocución con los garantes internacionales del Acuerdo de Paz?
No, lamentablemente. Pero para ellos siempre tengo dispuesto en el corazón un sentimiento enorme de gratitud. Los colombianos no debemos dejar de valorar todo lo que han hecho Cuba y Noruega, Venezuela y Chile por nosotros, por la paz.
¿Qué pasó con los otros exmandos medios de las Farc, quizás ocho más, quienes también abandonaron los ETCR el año pasado?
Tengo entendido que están por ahí tratando de incidir para que las cosas cambien a favor de los colombianos, de la gente del común.
FUENTE: EL ESPECTADOR